Del Rol del Estado Ante la Emergencia Climática y la Pandemia
Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación Aisén Reserva de Vida.
El webinar de hace algunos días “Apuntes desde Aisén frente a la Emergencia Climática” y mi reciente viaje a “Chile” nos llevan, entre otros, a reflexionar sobre el rol del Estado.
Si bien Pedro Aguirre Cerda decía que “gobernar es educar” el neoliberalismo y los políticos de doble lengua parecen opinar lo contrario y así nos encontramos constantemente con que ese Estado le carga la responsabilidad a los ciudadanos, mientras da ejemplos en contrario.
Hace unos días comenzó la COP 26 en Glagow, Reino Unido, entregando Chile la presidencia que ostentaba desde la COP 25 hace ya mas de dos años. ¿Estábamos al tanto todos los chilenos de que teníamos esa presidencia? ¿Algo memorable, notable, logros que consignar en ese largo período, aparte de haber tenido que trasladar la COP a Madrid? Por nuestra parte sí, nos parece que al haber tenido esa presidencia nuestro gobierno y país al menos algo se movió con respecto al cambio climático, algo mas de conciencia existe hoy, hay una ley de cambio climático en camino y algunas medidas para bajar las emisiones. Y también esfuerzos por captar fondos verdes, al fin y al cabo hay quienes ven en esto un lucrativo negocio, aparte de poder figurar en la escena internacional. La verdad es que esta crisis fue advertida ya en los años 80 y nadie movió un dedo, hasta que en el 2008 aparece al fin como tema, aunque poco y nada se hizo para contrarrestar. Si Greta Thunberg reclama por los 30 años de blablá ¡eso a nosotros nos consta con creces (y muchos años sin siquiera blablá)! Sin embargo, esa presidencia que podría haber servido para muchísimo más, nos la farreamos. En estos años, en que la pandemia evidentemente complico las cosas, fuimos testigos de cómo el ministerio de Medio Ambiente se movió casi solo cuando conto con financiamiento externo. La cuestión es que el Estado de Chile tiene una gran deuda en su débil rol ante la emergencia, empezando por la información sobre la realidad climática nacional y regionales y que hacer ante ella, la adecuación de la legislación y aparato estatal ante el desafío que representa esa emergencia y alinear a todas las reparticiones públicas, donde se aprecian infinidad de políticas y acciones tendientes en ahondar el problema, en vez de solucionarlo. Por cierto, en eso están en juego a veces intereses como aquellos de los plantadores de pinos y eucaliptus y las grandes empresas que cuentan con exención de impuestos a los combustibles fósiles. Otro ejemplo, es el doble estándar de la ministra de Medio Ambiente, quien acá hace no mucho se opuso públicamente a la protección de las turberas, (ese ministerio jamás las nombra siquiera como importantísimo reservorio de carbono), pero ahora en Glasgow se las da de paladín de su protección, con tal de figurar. ¿O es que allá no la censura el Comité de Minístros? ¡Esperamos que sea un cambio radical en su posición anterior, haya aprendido y ahora se las juegue, por fin, por esa muy necesaria protección!
Mi viaje a Santiago y Rancagua, toda una aventura tras dos años encerrado, comenzó con que me querían en el aeropuerto dos horas antes del vuelo, aunque la línea aérea ya había entregado tarjeta de embarque, o sea uno se evita harto tiempo de filas. La cuestión es que llegué a Balmaceda algo mas de una hora antes del vuelo y me encontré ahí con la aglomeración regional mas grande de los últimos años, en un espacio cerrado estrecho y sin distanciamiento. Eso para pasar a la sala de embarque. Por cierto, esa aglomeración la fabrica la propia autoridad estatal que nos pone diversas cortapisas no muy transparentes para viajar y las cuales cuesta averiguarlas. El avión iba repleto y ahí evidentemente tampoco hay distanciamiento. Para poder entrar a la región, a la vuelta, se exige PCR negativo, aunque después me enteré, que contando con certificado de residencia se puede hacer acá, con 5 días de cuarentena. La cuestión es que me fui a tomar el PCR en Rancagua a la FUSAT (dos horas y media y $ 26 mil) y de ahí viajé a Santiago en tren (antes había sacado el formulario C 19). Sin embargo, en la empresa de Ferrocarriles del Estado ni siquiera hay toma de temperatura a los pasajeros (lo que se le exige hasta a los negocios mas pichiruches). Peor aún, al pasar del tren al Metro (también empresa estatal) en la Estación Central, me encontré con la aglomeración mas apoteósica imaginable en su acceso, al estar obstruido el pasillo subterráneo por comercio ambulante al paso de miles de personas. Vale agregar, que mis viajes en Metro y luego en bus al aeropuerto fueron bastante menos riesgosos. Eso, hasta encontrarme nuevamente, formulario C 19 (que exige PCR negativo) encriptado en mano, con la aglomeración de control del aeropuerto y el avión. La cuestión es que entre que me tome el test, hasta que lo controlaron, pasaron dos días en que el propio Estado me sometió a riesgo de contagio. Finalmente, en Balmaceda uno se encuentra a la entrada con un control sanitario al cual no le es suficiente el C 19 con test negativo encriptado, sino que exigen con cierto airecillo de superioridad ver el test en sí. La verdad es que no me imagino como viajará e igualdad constitucional de alguien que no tiene smartphone, ni sea experto en su uso o que pierda ese aparato o se lo roben, o se le eche a perder o descargue la batería. Para terminar esta historia del realismo absurdo, vale agregar un capitulo digno de Ibsen. En el avión y transfer me vine conversando con una simpática chamaca mexicana radicada en Cochrane a la que le tomaron PCR en el aeropuerto en Santiago, certificado de residencia en mano. Pasó por ambos controles, pero ya en Coyhaique le comunicaron que era objeto de sumario sanitario y debía estar en cuarentena (la controlan constantemente ahí) por 5 días. Su PCR del día de viaje resulto negativo, así como otros dos que se tomó acá. O sea, la seremi de Salud esta abusando de su poder (y malos protocolos) y ahora da a entender que los PCR no sirven y de paso la torturan con amenaza de multa cuando esta en regla. La verdad es que da un tanto de vergüenza la mala imagen que proyecta nuestro Estado en esto.