Permacultura, Crisis, Huertos, Árboles
PERMACULTURA, CRISIS, HUERTOS, ÁRBOLES
Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación Aisén Reserva de Vida.
A veces ocurre que el pasado se parece al futuro. Es lo que pensaba cuando el sábado seguía la charla del colega Julio Pérez sobre “selvas de comida en la ciudad, experiencia de las ollas comunes en la crisis del 80 en Chile”, esto en el ciclo “Volviendo a la Huerta, una oportunidad en las crisis” organizado por la Escuela de diseñadores en Permacultura Aplicada.
En su charla vía zoom y facebook live, medio tan en boga hoy, Julio, mostro su experiencia de cuando llego en los 80s a las ollas comunes de San Antonio a construir casas y la gente le pedía enseñar a hacer huertos, porque la urgencia era el hambre. De ahí se puso a aprender y experimentar plantando incluso en el bandejón delante de su casa (y nadie lo robó) y comenzar con el Centro de Permacultura Murumé, con Pilar su ex esposa y Jan Correa, un neozelandés que había aprendido en Australia con Bill Mollison, el gurú e inventor de la permacultura. En esa época, 1985, nos conocimos como alumnos en un curso de tecnologías socialmente apropiadas impartido por CETAL en el COTRA, en Reñaca Alto, un barrio pobre en los cerros de Viña del Mar. A Jan, un tipo simpatiquísimo, lo había conocido unos años antes viajando hacia Aisén en “El Colono”. Esa vez celebramos su cumpleaños con una botella de vino cruzando el Corcovado, mientras los demás pasajeros se lo vomitaban todo. Mientras en aquel curso, la gente del CETAL, donde estaban, entre otros, los amigos Manuel Baquedano y Pedro Serrano, nos enseñaban a construir cocinas y hornos de barro, cocinas y duchas solares, Jan nos enseño esa vez a preparar huertos y la técnica del mulch. De ahí publicaríamos posteriormente el folleto “Huertos Integrados” y aplicaríamos esos conocimientos experimentando acá en Coyhaique, donde dedicarse a la horticultura, a causa del clima, es tarea bastante heroica. Un tiempo después Julio se fue exiliado a Noruega, mientras Jan con su mujer la argentina Olga Lubel (se conocieron en el curso) se iban a la Isla de Pascua, donde tras algunos años les quemaron su cabaña, por lo que se nos desaparecieron en el norte de Argentina (¡y nos gustaría volver a encontrarles!).
Y ahí estaba ahora Julio delante de un árbol hecho en el revoque de la pared de barro de su casa en Noruega, contándonos que tras once años había logrado llegar a ser diplomado por el Instituto Nórdico de Permacultura e esta impartiendo un curso a veintiseis aspirantes chilenos. Y en esta charla ante casi cien participantes, estaba haciéndonos ver la importancia de una sociedad sostenible, de la permacultura como arte de diseñar relaciones benéficas para producir sistemas modelados sobre los sistemas naturales, en vez de continuar con el modelo de producir-consumir-botar tan lejano a la naturaleza, y que nuestra misión debiera ser preservar la vida. Esto de la permacultura es un proceso de toda una vida, de des-artificializarnos, de aprender y recuperar las raíces indígenas, de cambio interno. Y que en la actual contingencia correspondía volvernos locos plantando árboles como “respiradores naturales”. En suma, el mensaje es aprender a vivir, dar el ejemplo y enseñar a respetar la vida y compartir los excedentes. También planteó el que somos parte del Estado y por lo tanto responsables de crear una cultura política de valores localistas -regionalistas. Finalmente nos recordó la ley de reciprocidad y de trabajar por el bienestar y buen vivir.
Mientras Julio impartía su charla, aparecieron varios mensajes de saludos desde ollas comunes, las que han vuelto a reaparecer últimamente. Y con eso volvemos al principio, de dedicarnos a las huertas. Tema que venimos conversando hace rato con los huerteros de Mingalegre y en especial de hacer huertos urbanos en espacios públicos, como los hay en muchos otros lugares. A ver si ahora ante la necesidad a que nos llevará la crisis socioeconómica pandémica, estas ideas se vuelven realidad. Y en cuanto a plantar árboles, también ya hay iniciativas como la de nuestra hermana ONG Asher en el Parque Las Lumas, lugar donde también pretendemos aportar con nuestra parte. De hecho, la pandemia nos frustro una iniciativa que estábamos organizando ahí. La verdad es que abundan los lugares arborizables tanto en la ciudad humeante a la que le hacen harta falta los “respiradores”, como en la región Reserva de Vida.